No me refiero a la archiconocida canción de Simon&Garfunkel, sino a la sensación que sentí al visitar este lugar. El silencio era absoluto en este apartado rincón de la isla de Ibiza. A pesar de estar a unos metros del mar no se escuchaba nada, ni las olas, ni la brisa, ni siquiera el típico grillo de las noches de verano. Solo rompía esta tranquilidad el sonido de nuestras cámaras disparando sin cesar para dibujar el trazo de las estrellas alrededor de la Polar; bueno eso y el amigo Antonio Moreno Salmoral dando vueltas de un sitio a otro comentando la jugada, que no todo podía ser tan idílico 😉 …que tengáis una feliz semana!